Colaboración de Carlos M. Estefanía
Revista Cuba Nuestra, Suecia
"Yo confío en que los socialistas libertarios que
luchan contra el actual régimen no van a colocar uno nuevo en su lugar; ha sido
y debe ser comprendido este sentimiento de oposición contra todos los gobiernos
que durante la guerra de independencia se encarnó en cada socialista
libertario, hacer imposible la opresión del pueblo de Cuba por esas misma leyes
como las españolas, por cuya supresión entregaron sus vidas mártires como
Martí, Crecci, Maceo y miles de otros cubanos..."
De una carta dirigida a sus camaradas cubanos por el
célebre anarquista italiano Errico Malatesta.(2 pág.54)
Dos posiciones de los anarquistas ante la guerra del 95
No es de extrañar que entre las alternativas viables a
fines del pasado siglo en el escenario político cubano: la de la reforma
autonomista o la del levantamiento armado independentista, la segunda ganara
para su causa el corazón de muchos socialistas libertarios. El acuerdo del
congreso obrero de 1882 apoyando la lucha contra el colonialismo impulsa la
convergencia entre proletarios y separatistas. Sin embargo, no puede hablarse
de consenso con respecto a la nueva guerra por parte de los anarquistas de
Cuba. Muchos ácratas no apoyaban al independentismo, por oposición a una
calamitosa guerra entendida como de carácter civil, en tanto Cuba formaba parte
de España, una conflagración promovida por una ideología liberal nacionalista
como la que sustentaba José Martí, en la que la solución al problema obrero no
quedaba suficientemente esclarecida a la luz de la doctrina del socialismo
libertario. Pensaban que la república prometida por los independentistas no se
diferenciaría de las del resto del continente donde los anarquistas eran tan
perseguidos como en el reino de España. El espíritu antibelicista de muchos
ácratas, fundamentalmente los de La Habana se sublevaba de antemano contra la
idea de una guerra bárbara que habría de destruir la economía de un país,
arrebatando 300 000 vidas y cuyo colofón resultaría la entrega de la isla a los
Estados Unidos. España, rendida, castigó a su hija rebelde, Cuba, tratando la
paz con el enemigo anglosajón, a espaldas de los mambises. Según el escritor
Carlos Alberto Montaner, en dialogo sostenido con el autor de estas notas, al
entregar Madrid la soberanía de la isla a Estados Unidos, en lugar de hacerlo
al movimiento independentista, la vieja metrópolis intentaba preservar las
integridad de sus colaboradores, resguardándolos de posibles represalias por
parte de un ejército mambí triunfante. Así, la famosa enmienda Platt, que
coartó la soberanía de la república durante sus primeros treinta años, nació
precisamente a causa de las condiciones establecidas por España para su
capitulación ante los Estados Unidos, el país llamado a intervenir cuando fuera
necesario, no solo para proteger sus intereses sino también en defensa de las
propiedades españolas en la ex colonia. En cierto sentido la historia daría la
razón a los anarquistas que asumieron una posición neutral ante el proceso
bélico.
Si en algo pueden asemejarse las tres grandes
revoluciones sufridas por Cuba en su devenir histórico, la prolongada
independentista, la democrática nacionalista de los 30tas y la del 59
(originalmente democrática pero luego devenida en marxista-leninista) es que en
cada una las expectativas del movimiento anarquista cubano quedaron
insatisfechas. Por otra parte conviene recordar la culpa histórica de España,
país en que salvan distancias ideológicas para fascinarse hoy con la figura de
Fidel Castro, contemplándolo como el reivindicador del desastre del 98, la vieja
espina clavada por Estados Unidos en el orgullo hispano. La españolidad
se perdió en Cuba no sólo por la torpeza de los políticos de la metrópolis, o
por la superioridad militar norteamericana, sino también porque la soberbia y
el desprecio de los combatientes separatistas le impidió a España tener la
visión política necesaria para tratar a tiempo la paz con honor (entiéndase la
independencia) directamente con cubanos. De haberlo hecho aunque Martí hubiera
muerto, quizás "otro gallo cantaría y Cuba sería feliz". Al entregar
la isla de Cuba al tutelaje estadounidense, el gobierno español facilitó lo que
quiso impedir José Martí al costo de su propia vida: "que se extiendan por
las Antillas los Estados Unidos y caigan con esa fuerza más, sobre nuestras
tierras de América" (1 pág.327)
El apoyo anarquista a la preparación de la Guerra
A partir de la crisis económica mundial de 1857, se
inició una imparable ola migratoria de empresarios y obreros cubanos hacia los
Estados Unidos. Los emigrados harían de su nueva patria el foco de conspiración
separatista más peligroso para el Gobierno General de la Isla de Cuba. Fue aquí
donde con mayor éxito desplegó su labor en pro de la independencia José Martí.
Su oratoria y su honestidad política lograron atraer numerosos obreros al
movimiento independentista. Quien revise la obra publicistica de Martí en los
Estados Unidos encontrará excelentes artículos de crítica social en los que sin
hacer concesiones en cuanto a su conceptos sobre la propiedad y la libertad de
mercado, reconoce el derecho a la huelga y a la organización de los obreros
para demandar condiciones justas de vida. La concepción socio liberal de Martí
le permite tender un puente entre la lucha independentista que estaba
organizando y las organizaciones de obreros cubanos emigrados, poderosamente
influidas por las ideas ácratas. Los líderes más importantes del anarquismo
criollo, después de la muerte de Enrique Roig San Martín, los otros dos
Enriques, Crecci y Messioner, se comprometerían con la causa de la emancipación
nacional proclamada por Martí. Es justo reconocer cuando se habla del apoyo que
recibió José Martí de los ácratas cubanos de entonces del caso de Carlos
Baliño, a quien el veterano libertario estadounidense Sam Dolgoff ubica como un
activo anarquista dentro de los trabajadores del tabaco en la Florida (2
pág.49). Con el tiempo Baliño terminaría convirtiéndose en fundador de una de
las primeras organizaciones pro soviéticas de Cuba: La Agrupación Comunista de
La Habana (18 de marzo de 1923). Pero treinta años antes se podían presumir los
contactos y coincidencias de Baliño con los anarquistas de Estados Unidos,
quienes mayoritariamente se declararon partidarios de la independencia de Cuba.
En un discurso con motivo del 10 de octubre de 1892 Baliño cita, precisamente,
las palabras de un líder anarquista norteamericano, Justus H. Schwab para decir:
“No podemos permanecer inactivos cuando un pueblo lucha por conquistar su
emancipación aunque no lo mueva el deseo de conquistar esas reformas radicales
que nosotros proclamamos y que son las únicas que pueden garantizar la
expansión del individuo" (3 pág.92).
Para explicar este acercamiento de los anarquistas a
la empresa martiana conviene también tomar en cuenta la estructura del El
Partido Revolucionario Cubano, fundado por Martí en 1892. Su concepción
descentralizada, y unos estatutos propios de la democracia directa, se avienen
en buena medida a los hábitos organizativos de los anarquistas, quienes se
agruparon fundamentalmente en los clubes "Enrique Roig San Martín" y
"Fermín Salvochea" (5 pág.9).
Anarquistas en los
campos de Cuba Libre
No puede decirse que fuera en la última guerra de
independencia la primera vez que anarquistas y sus ideas estuviesen en la
manigua. Durante la guerra de los 10 años algunos elementos anarquistas
procedentes de la industria tabacalera habían participado. Varias de las
figuras destacadas de la guerra grande se encontraban bajo la influencia
ideológica del teórico anarquista francés Proudhom, como es el caso de Vicente
García y Salvador Cisnero Betacourt, quienes defendían las tesis del
federalismo, dentro de la República en Armas. (4 pág.2).
En la guerra del 95 numerosos anarquistas tomaron
parte en la lucha armada, muchos de ellos se convertirían en figuras
renombradas como es el caso Armando André. Este comandante independentista
terminaría sus días asesinado, tres meses después de haber llegado a la
presidencia de la republica otro famoso mambí, Gerardo Machado, ¿el motivo?:
las denuncias realizadas en contra del nuevo presidente por el antiguo
anarquista desde la dirección del periódico oposicionista El Día.
Otra figura relevante para significar la participación
anarquista en esta última guerra es Enrique Crecci, el dirigente de EL
Productor, de quien ya hemos hablado. Crecci también tuvo un trágico destino,
en 1896 cayó macheteado en un hospital de sangre en los llanos de Matanzas. Es
bueno destacar la participación en esta contienda de anarquistas extranjeros,
como en los casos de los italianos Orestes Ferrara y Federico Falco (4 pág.3).
Los anarquistas de
Europa y su influencia en la guerra de Cuba: un pistoletazo para cambiar la
historia
El papel de los ácratas en Europa es uno de los
elementos que no debe dejarse a un lado si queremos comprender plenamente el
rol del anarquismo en la independencia. Frank Fernández historiador y líder del
actual Movimiento Libertario Cubano en el exilio se refiere a este escenario
cuando escribe: "La crueldad de la guerra creó en España una situación de
tensión social que produjo una ácida crítica por parte de los anarquistas
españoles y que fue apoyada al momento por los ácratas simpatizantes del
separatismo tales como Salvochea y Pedro Vallina. En enero de 1896 se
constituye en París el Comité Francés de Cuba Libre debido al trabajo tesonero
de Malato y el Dr. Betances. Es necesario destacar que este comité estuvo
compuesto principalmente por anarquistas franceses, tales como, Louise
Michelle, Sébastien Faures y otros".
Uno de los factores más importantes en la derrota
española lo constituye el asesinato del primer ministro español a manos de un
anarquista italiano en 1897. Se cree que el hecho contó con participación
directa de Emeterio Betances, el doctor puertorriqueño vinculado, como ya
vimos, al exilio cubano en París. El mandatario ultimado, Cánovas del Castillo,
de terquedad parangonable a la de Fidel Castro, fue un conservador cuya dureza
contra los independentistas cubanos superó con creces la intransigencia que en
este siglo tuvo la célebre Dama de Hierro, Margareth Tatcher ante los terroristas
del IRA y la ocupación de las Malvinas por los militares argentinos. Cánovas
estaba decidido a aplastar la revolución cubana, pero nos sólo utilizando
"hasta el último hombre y la última peseta", sino también mediante
una verdadera política genocida de cuya ejecución se encargó en la isla el
despiadado general Valeriano Weyler. La política sanguinaria de este oficial,
si bien diezmó la base popular de la que se nutrían los independentistas,
desarrollando lo que hoy llamaríamos una limpieza étnica resultó contraproducente para los
intereses coloniales, pues hizo impopular la postura de España ante los ojos de
la opinión publica del mundo. Si alguna vez en la historia fue justo un
atentado anarquista, fue precisamente el de aquel día de 1897 en que, leyendo
apaciblemente el periódico, en un balneario de San Sebastián, el primer
ministro del
Castillo, recibió un disparo a quemarropa del libertario italiano
Angiolillo. Este pistoletazo, no solo puso fin a una táctica criminal en la
isla de Cuba, sino que provocó vacilaciones decisivas en la política colonial
española que serían aprovechadas muy inteligentemente por una nueva potencia
que emergía del otro lado del Atlántico. La muerte de Cánovas trajo al gobierno
al liberal Praxedes Mateo Sagasta, quien sin el respeto y la simpatía con que
contaba su antecesor en Europa, llevó a cabo una estrategia tardía de
apaciguamiento. El sucesor de Cánovas ordenó inmediatamente el regreso de
Weyler (quien por cierto había logrado salir ileso de otro atentado en la
capitanía general) e inició la "Perestroika" en el régimen colonial e
Cuba. Ya era demasiado tarde, la mala fama estaba creada. Más le habría valido
a los liberales de España haber escuchado al liberal de Cuba, José Martí, cuando
reclamó a la república española proclamada en 1873 el derecho de Cuba a ser
libre (1- pag. 46). Una autonomía para Cuba en 1898, no evitaría lo que los
españoles aun hoy recuerdan como el desastre. Aprendan pues los actuales gobernantes
cubanos para que la experiencia no se repita este siglo si tarda la
democratización.
La entrada de los
estados Unidos, los anarquistas durante la ocupación
El 15 de febrero de 1898 estalla misteriosamente el
acorazado Maine, enviado al puerto de La Habana para proteger los intereses
norteamericanos en esta ciudad. El hecho, convenientemente manipulado por la
prensa amarilla, se convirtió en el pretexto esperado para la ruptura de
hostilidades entre Estados Unidos y una decadente metrópolis europea. El 19 de
abril de 1898 el Congreso Norteamericano aprobaba la Resolución Conjunta que
reconocía el derecho del pueblo de Cuba a la independencia y exigía al gobierno
español la renuncia inmediata de su autoridad sobre la isla. Se iniciaba la
guerra hispano-norteamericana que culminaría con la firma del tratado de París.
El presidente Mac Kinley humilló con su victoria al viejo león español, no solo
se hacía Estados Unidos de Cuba, isla rica y de estratégica posición, sino
también de los restos del viejo imperio, desde Puerto Rico a Filipinas. La
victoria le aseguró al presidente Mac Kinley un nuevo mandato que no llego a
culminar, pues murió, ¡quién lo diría!, a manos de un anarquista.
No cabe duda que la ocupación norteamericana de la
isla, cedida oficialmente por España el 10 de diciembre de 1898, significó un
hecho frustrante para los combatientes cubanos, a quienes tras luchar
arduamente durante décadas se les impidió participar en las conversaciones de
paz y entrar como ejército vencedor en las ciudades abandonadas por las tropas
coloniales. Cuando Estados Unidos concede la independencia a Cuba en 1902 la
soberanía de Cuba quedara condicionada por una enmienda propuesta por el
senador norteamericano Orville H. Platt. Según este apéndice a la Constitución
de la joven república, a EUA se le concedían derechos a bases carboneras, a
intervenir militarmente, así como a tener la prerrogativa de autorizar los
empréstitos que hiciera el gobierno cubano. La influencia económica
norteamericana se manifestó en la compra de grandes extensiones de tierra
abaratadas por la guerra. Las empresas norteamericanas adquirieron así miles de
caballerías, además de fábricas de tabaco y cientos de concesiones para
explotar minas, instalar alumbrado eléctrico, controlar el transporte
ferroviario etc. Si en 1895 las inversiones norteamericanas eran de 50 millones
de pesos, un año después de finalizada la ocupación alcanzaban el índice de los
100 millones.
Contra tal estado de cosas maduró una conciencia
patriótica que se consagraría en la revolución del 33 y que fue alimentada en
sus inicios por los nacionalistas, los liberales y los anarquistas cubanos. Por
otro lado hay que reconocer que en medio del caos provocado por la guerra en
Cuba, muy similar al dejado por los nazi en Europa tras su derrota a manos de
los aliados, los ocupantes norteamericanos contribuyeron a restaurar las
heridas de la guerra, a reactivar la maltrecha economía cubana en poco tiempo,
a detener el hambre, a desarrollar las obras públicas, y a modernizar la ex
colonia en los órdenes educacional, sanitario, jurídico y político. (7 págs.
12-13). Por otra parte, el hecho de que la república naciera de la intervención
no pudo impedir un proceso de paulatina y espontánea renacionalización
económica que se desarrolló continuamente hasta el triunfo de la revolución del
59, y sobre el que los historiadores marxistas prefieren no hablar. El fin de
la dominación española significó no sólo la irrupción del capital
norteamericano sino también la revitalización del movimiento obrero. Gracias a
la puesta nuevamente en práctica de la Ley de Asociaciones de 1833, que
autorizaba la creación y funcionamiento de organizaciones obreras y que había
sido suspendida por la autoridades coloniales durante los años de la guerra (3
pág.126), los obreros cubanos pudieron crear nuevas organizaciones, que
ocuparon el lugar de las que de alguna manera había apoyado al régimen
autonómico. En este contexto se crea en 1899 La Liga General de Trabajadores
Cubanos, la más importante agrupación de aquel período, entre cuyos fundadores
se encontraba numerosos obreros de origen ácrata aunque también los habrá de
otras ideologías. El primer presidente de la liga fue el viejo líder Enrique
Messonier, el último sobreviviente de los tres Enriques del anarquismo cubano decimonónico.
Messonier capitalizó para su elección la fama de su larga trayectoria como
dirigente libertario y comprometido independentista. La liga surgía, entre
otros propósitos, con los objetivos de luchar porque los obreros cubanos
disfrutaran de las mismas garantías y ventajas que los extranjeros, porque se
gestionara ocupación para los obreros repatriados y porque se buscara oficio a
los huérfanos de calle. La organización de trabajadores desencadenó varias
huelgas a fines de 1901 y principios de 1902.
Pero de todas las acciones de la Liga, la más
importante (y que determinó su quiebra) fue la primera huelga general de
nuestra historia, desencadenada ya bajo el mandato de Estrada Palma en
noviembre del 92 y que se conoce como de los aprendices. Dicho boicot estaba encaminado a
detener la discriminación que sufrían los jóvenes cubanos, a quienes no se les
permitía entrar como aprendices de los trabajos mejor remunerados en las
fábricas de tabaco, un privilegio reservado para los obreros de origen español.
La huelga fracasó, no sólo por el modo en que fue reprimida por las autoridades
gubernamentales, sino también por las vacilaciones del propio Messonier, quien
ya por entonces se deshacía de su credo anarquista para incorporarse al Partido
Nacional Cubano, y por la resistencia que encontró por parte de trabajadores
anarquistas que vieron en aquella lucha una manera de quebrar la unidad que
debía haber entre los obreros por encima de las nacionalidades. Al terminar la
huelga de los 10000 miembros con que contaba la liga al inicio del paro, sólo
quedarían 300 (3 págs.132-133).
Para terminar esta parte de la historia del anarquismo
cubano conviene recordar el apoyo que recibieron las huelgas organizadas por la
Liga de Trabajadores Cubanos por parte de libertarios que sin integrar la
organización simpatizaron como ella, como es el caso de: Adrián del Valle (cuyo
seudónimo era Palmiro
de Lidia), Abelardo Saavedra y Arturo Juvenet, miembros los tres de
la redacción del semanario ¡Tierra! (3 pág.136).
Bibliografía y Referencias
1- José Martí, Mis Propias Palabras, Editora Taller, Santo Domingo,
1995
2-
Sam Dolgoff, Den
Kubanska Revolutionen-Ur ett Kritisk perspektiv-, Federativ,
Stockholm, 1982.
3- Instituto de Historia del Movimiento Comunista y
Socialista de Cuba, Historia del Movimiento Obrero Cubano 1865-1958. Tomo
1, Editora Política, La Habana, 1985.
4- Frank Fernández, The Anarchist & Liberty (electronic version)
http://www.cs.uthah.edu/~galt/cuba.html.
5- Frank Fernández, Cuba, Los Anarquistas y La Libertad (1), en CNT, marzo
de 1994, Barcelona.
6- Juan G. Bedoya, Más se perdió en Cuba, en El País, Domingo 11 de
septiembre de 1994, pp.16-17.
7- Juan Clark, Cuba Mito y Realidad. Saeta Ediciones, Miami-Caracas,
1992.
El Anarquismo en Cuba, desde el nacimiento de la República a la caída del Dictador Gerardo Machado: El fin de la hegemonía libertaria sobre el movimiento obrero
Por Carlos M. Estefanía
"Luchemos, que hay grandes injusticias que
destruir y muchos derechos que reclamar. Luchemos, que renunciar a la lucha es
renunciar a la vida, es decir, `es renunciar a ser hombres´"
Manifiesto Anarquistas de Cruces, 1915.
Huelgas y más huelgas.
El siglo XX cubano se inició, con una isla ocupada por
Estados Unidos, y desbastada por la guerra contra España, el ideario
anarquista, tenía pues, bastante tela por donde cortar. Durante este periodo se
siguieron difundiendo los métodos de lucha anarcosindicalista, especialmente
desde el semanario ¡Tierra! en el que escribían destacados escritores de España
y Cuba. Para fortalecer la propaganda de sus ideas, los ácratas de Cuba
intentaron contar con la presencia, de uno de los masa conocidos pensadores de
su doctrina, Enrico Malatesta, a quien en 1900 los editores de El Mundo Ideal
invitaron a la isla para que le hablara a obreros y campesinos sobre el
anarquismo. Lamentablemente para los anfitriones, las conferencias debieron
interrumpirse, pues a las que las autoridades interventoras norteamericanas no
les agradó nada la estancia del connotado anarquista en el país y lo
expulsaron. Pese a todos los métodos de acción directa, constituían parte
intrínseca del accionar obrero cubano, en los primeros tiempos postcoloniales.
El parto de la república en 1902 fue
"asistido" por La enmienda Platt, y por la primera huelga general de
nuestra historia, conocida como la de " los Aprendices", Enmienda y
Huelga resultaron dos visitantes inesperados para quienes habían idealizado la
sociedad de una Cuba libre de España.
La huelga de los aprendices, no solo contó con la
participación y apoyo de anarquistas de la isla como, sino que además recibió
el respaldo del movimiento ácrata internacional, y de paso el de uno de los
grandes inspiradores del anarquismo místico; León Tolstoy quien desde la lejana
Rusia mantuvo correspondencia con los obreros encarcelados en La Habana como
resultado de los hechos.
También el interior de la isla se conmovía por la
actividad de los anarcosindicalistas a penas nacida la República. En 1903 se
llevó a cabo una gran huelga azucarera durante la cual fueron asesinados los
anarquistas Casañas, y Sarría, por órdenes de quien entonces ocupaba el cargo
de gobernador de las Villas, José Miguel Gómez y que llegaría a presidir el
País por el partido Liberal entre 1909 y 19013.
Resulta interesante el hecho de que en los primeros
años republicanos, el anarquismo "criollo" contara con "plazas
fuertes" en las zonas de Cruces y Lajas, donde se habían radicado desde
hacía años trabajadores ácratas de origen español, entre los más cocidos: José
García y Matías Palenque. El 21 de noviembre de 1902 los anarquistas salieron a
las calles de Cruces, en una estampa que recordaría cualquier ciudad de la
industrializada Europa. Los libertarios portaban banderas rojas, convocando a
la huelga, llamando a los obreros y campesinos de la zona a la "revolución
social" que según ellos se aproximaba. A mediados de diciembre de 1902,
bajo la evidente influencia del cosmopolitismo anarquista, el mulato Evaristo
Landa, excombatiente del 95 y dirigente del Gremio de Braceros de Lajas, hacia
circular, en ese mismo año un comunicado en el que convocaba a la unión de
todos los obreros, sin tener en cuenta el lugar de nacimiento, para luchar por
el aumento del mísero jornal que recibían (2 pag. 143).
En 1912 el recién Fundado Centro Obrero de Cruces,
convocó a un congreso, que hubo de celebrarse entre el 24 y 25 de febrero. El
evento tuvo lugar bajo medidas de excepción, implantadas por el entonces
Secretario de Gobernación, Gerardo Machado, quien había suspendido un día antes
las garantías constitucionales para anarquistas, socialistas y para los
independientes de color. Al Congreso asistieron delegados de La Habana,
Matanzas, Santa Clara, Cárdenas, Cienfuegos, Remedios, Sagua, Manzanillo, San
Antonio de los Baños, Cruces y Lajas.
Entre los acuerdos del Congreso anarquista, estuvo el
de crear una federación nacional de trabajadores, aspiración que quedó latente
en el imaginario del anarcosindicalismo cubano hasta la llegada de los años 20
con la fundación de la Confederación Nacional Obrera de Cuba.
La agitación anarquista siguió intensificándose en la
región Cruces durante este año. Dos de sus líderes Abelardo Saavedra y Juan
Tur, quienes habían sido deportados, regresaron clandestinamente para renovar
la agitación en las fábricas de azúcar. En medio de esta actividad nació el
grupo anarquista Rebelión, quien publicó a fines de diciembre un manifiesto
hablándole a los obreros de las bondades de la anarquía y llamándolos a
rebelarse contra el capitalismo. Como consecuencia de este documento, el
gobierno anunció la existencia de un complot anarquista en toda la república y
desató una ola represiva contra los libertarios, el pueblo de Cruces fue tomado
por la guardia rural y se expulsaron del país algunos de los agitadores más importantes,
entre ellos Tur y Saavedra.
Cruces continuó siendo una especie de
"capital" del anarquismo cubano. En los primeros días de febrero de
1915, circuló, una nueva hoja impresa con otro candente manifiesto. El
documento aparecía firmado por Fernando Iglesias y otros dirigentes sindicales
de 11 centrales azucareros pertenecientes a los municipios de Cruces,
Ranchuelo, San Fernando de Camarones, Rodas y Cienfuegos.
El comunicado condenaba la mansedumbre con que los
obreros aceptaban sus condiciones de vida y los conminaba a participar en una
huelga exigiendo 8 horas de trabajo y 25% de aumento sobre el salario:
"Seamos firmes,
ya que en nosotros radica la fuerza sostenedora. Seamos unidos, ya que para
nosotros es el bien y, si es preciso, y si a nuestra demanda se contesta con el
hierro; si se nos quiere vencer por medio de la fuerza, ya que somos
constructores, seamos destructores; ya que somos sostenedores, seamos
exterminadores.
Esta vida de parias es
indigna de vivir, esta vida de miserias es indigna de sostener. Luchar por un
pedazo más de pan, un pedazo más de respeto y un átomo más de libertad, es
justo. Morir en la contienda es digno, pues como dijo un sociólogo -O vivir
para ser libres, o morir para dejar de ser esclavos- optemos por la libertad.
Desde que vea la luz
este manifiesto, la lucha está entablada. Levantémonos, como un solo hombre, y
que de cada ingenio surja un Comité de Huelga para después formar el Comité
Central. Más tarde, las circunstancias nos aconsejaran y el tiempo señalará el fruto
de nuestra lucha..." (4)
La respuesta de las autoridades fue la detención, a
pocos días de circulado el manifiesto, de varios dirigentes azucareros, entre
estos el propio Fernando Iglesias al que se le señalaba como jefe de los
anarquistas de las Villas. Si bien el documento no logró repercusión en los
centrales de la jurisdicción de Cruces, parece que si influyó en el
desencadenamiento en una cadena huelguística entre los ingenios de Guantánamo
durante febrero, en cuyas propagandas se hacía referencia al Manifiesto de
Cruces.
Durante las primeras décadas republicanas el
anarquismo, jugó un papel protagónico, en la organización de las de protesta
obrera en toda la isla.
Los anarquistas estuvieron presentes en
importantísimas huelgas como la de la Moneda en 1907, llamada así porque con
ella los tabaqueros de La Habana reclamaban sus salarios en moneda
norteamericana en lugar de española o francesa, totalmente desvalorizadas en
comparación con el dólar. Esa huelga terminó con un eufórico triunfo.
El célebre semanario anarquista ¡Tierra! fue acusado
de haber instigado la huelga ferrocarrilera que tuvo lugar entre septiembre de
1907 y enero de 1908, los obreros ferroviarios exigían aumentos de salario y
Jornadas de 8 horas, demandas que no pudieron lograr. Otra huelga del mismo año
1908 fue la que organizaron entre enero y febrero los tabaqueros de La Habana y
provincias limítrofes, conocida como la Huelga de la No Rebaja, contra los
despidos periódicos, que sufrían los trabajadores del ramo en determinadas
épocas, también constituyó una derrota para sus organizadores.
Los anarquistas, pese al apoliticismo de su doctrina,
influyeron indirectamente en el sistema político del país, con sus acciones
llevaban a los partidos a tomar conciencia de las necesidades obreras y
proponer fórmulas jurídicas que mejoraran sus condiciones de vida un ejemplo de
este fenómeno lo tenemos en la Ley de Arteaga, nacida como consecuencia de una
huelga donde se manifestó la influencia de los métodos ácratas de acción
directa y que fue organizada por los obreros de central Jagüeyal, Ciego de
Ávila, en agosto del candente 1908. Se protestaba contra el pago de los
salarios en vales, que solo podían emplearse en la bodega de la compañía donde
la mayor de las veces faltaban artículos de primera necesidad y cuando los
había eran de la pésima calidad a precios fabulosos. Es un sistema de
explotación obrera muy similar al que sigue hoy en Cuba, las empresas
estatales, cuando pagan al obrero con pesos cubanos, moneda cuyo real poder
adquisitivo la asemeja más a aquellas fichas con que se le pagaba a los obreros
del Jagüeyal que a al dinero que, según el propio Marx, para serlo, debe tener
circulación universal, algo de lo que carecen nuestros "pesos"
incluso en los predios del propio Estado al que representa. De retorno a la
huelga diremos que fue sofocada por la guardia rural, y sus dirigentes
procesados bajo a acusación de tenencia de explosivos, amenaza, desorden
público y otros delitos. Aunque el Fiscal pidió para cuatro de ellos la sanción
de cadena perpetua, los encausados resultaron absueltos a los cinco meses de
encarcelamiento. Como resultado de aquel hecho, un representante a la Cámara
por el partido Liberal, Emilio Arteaga, presentó ante el cuerpo legislativo un
proyecto de ley que prohibía el pago de salarios mediante vales, chapas o
fichas de cualquier clase que tuvieran el carácter de signos representativos de
la moneda. La Ley Arteaga, fue publicada en la Gaceta oficial el 24 de junio de
1909, en ella se establecían sanciones de multa y cárcel para los infractores.
Si se habla de huelgas en Cuba, a las que se
vincularon los anarquistas, especialmente los de origen español no podemos
dejar de mencionar la del alcantarillado de la Habana, en 1911. En ella
participaron unos 1500 obreros quienes se rebelaron contra las condiciones
infrahumanas de trabajo, los bajos salarios, las 11 horas de labor, la falta de
condiciones sanitarias y el no pago en moneda norteamericana. La huelga se
perdió entre otros factores por la falta de apoyo, de organizaciones obreras
cubanas, que oponían su "patriotismo" a las tesis del cosmopolitismo
anarquista, aportando obreros rompe huelgas. Aquel fue un desquite de los
gremios cubanos con el sentimiento de discriminación al obrero nativo que había
despertado el hecho de que en las obras de Alcantarillado de La Habana el 75 %
de los empleados fueran extranjeros, casi todos españoles.
Los anarquistas también apoyaron, la huelga de
trabajadores de restaurantes y cafés en 1912. Aquí se destacó el huelguista Hilario
Alonso. Otra huelga respaldada fue la de los constructores por las 8 horas del
trabajo. Como muchos de los militantes anarquistas eran de origen español, una
de las medidas más utilizadas contra el movimiento por las autoridades fue la
de la deportación.
Entre las organizaciones anarcosindicalistas más
combativas de nuestras primeras décadas se destacó el Sindicato General de
Obreros de la Industria Fabril fundado en La Habana el 10 de agosto de 1917. Lo
integraban obreros de las fábricas de confituras, papel, cigarro, cerveza etc.,
quienes organizaron importantes huelgas en su centros laborales.
Es imposible en tan breve espacio reseñar todas las
huelgas que conmovieron, a Cuba por aquella época, baste decir que entre 1917 y
comienzos del 20 ocurrieron más de 220 huelgas generales y parciales. Esta
forma de lucha constituyó un recurso muy utilizado por los anarquistas,. Quienes
si bien en muchas ocasiones enfrentaron una brutal represión en otras lograron
éxitos que contribuyeron a que la clase obrera cubana lograra un estándar de
vida, envidiables para los trabajadores de otros países. Los triunfos sociales
del proletariado cubano pueden ser considerados como parte de los elementos que
estimularon la continua inmigración de obreros hacia Cuba, no solo de la cuenca
caribeña, sino incluso de la propia Europa, especialmente de España.
Anarquismo versus
reformismo
Durante esta época el anarquismo se convirtió en un
verdadero obstáculo contra la influencia de ideas reformistas dentro del sector
obrero. La tradicional propaganda apoliticista desplegada por los ácrata es uno
de los motivos por los que a principios de siglo dieran al traste diversos los
intentos del reformista social Diego Vicente Tejera para la creación d dos
organizaciones políticas obreras de corte social demócratas; el Partido
Socialista Cubano (1989) y el Partido Popular (1900)(2 pag. 146-143)
Otro boicot anarquista contra las aspiraciones
organizativas de los pioneros de la social democracia cubana lo tenemos durante
el Congreso Obrero de 1914. En enero de ese año se había constituido en la
capital de Cuba, la Asociación Cubana para la Protección Legal del Trabajo, de
su seno, surgió la idea de organizar un Congreso Nacional Obrero, para el cual
se logró un donativo de 7000 pesos por parte del Ayuntamiento de La Habana y un
subsidio del poder legislativo que ascendía a los l0000 pesos. El Congreso se
celebró entre e el 28 y 30 de agosto. Las agrupaciones anarquista consideraron
al evento como un acto de colaboracionismo de clases y organizaron
paralelamente manifestaciones en La Habana demandando de que los 17000 pesos
tomados de los fondos públicos para ese Congreso se destinaran a ayudar a los
obreros desplazados por el cierre de fábricas tabacaleras como consecuencia del
primer conflicto bélico mundial (la guerra había interrumpido las exportaciones
de tabaco a Europa). Con sus manifestaciones los ácratas robaron la atención
pública de un encuentro cuyo matiz reformista se evidenciaba al compararse sus
demandas de claro tiente social demócrata, con las anarquista que
caracterizaron al Congreso Nacional Obrero de 1892, en pleno despotismo
español. Por otra parte se evidenció que el Congreso de 1914 había sido
convocado como plataforma para crear, a penas concluido, el Partido Democrático
social, cuya directiva que coincidía en términos generales con la del propio
Congreso: Presidente, el abogado y profesor Francisco Carrera Justís y
Secretario general el obrero Antonio Castell. Cual su fuera poco para ganarse
el repudio anarquista, el Congreso Obrero de 1914 sumaba al subsidio estatal la
presencia en inauguración de personeros gubernamentales: el Secretario de
Justicia; Doctor Cristóbal de la Guardia (delegando personalmente por el
presidente de La república, Mario García Menocal), el Secretario de Agricultura
Comercio y trabajo; General Emilio Nuñez, y el Alcalde de La Habana; Doctor
Fernando Freyre de Andrade. Los libertarios no se dejaron apaciguar por el
hecho de que el Congreso debatiera muchos de los temas que preocupaban a las
organizaciones anarcosindicalistas: la condena de la guerra mundial, la
necesidad de eliminar la desigualdad de derechos entre el hombre y la mujer, o
que se aprobaran propuestas encaminadas a mejorar las condiciones de vida del
proletariado cubano: la de modificar los aranceles para facilitar la vida del
trabajador, la de estimular la industria nacional, la de crear una secretaría
del trabajo en el gobierno y cátedras universitarias de derecho obrero, la de
ayudar económicamente al repatriamiento de los cubanos emigrados a la Florida,
o la de estimular las cooperativas de consumo y sociedades de asistencia. Entre
las figuras anarquistas destacadas por su repudio al Congreso Nacional Obrero
de 1914 despuntó Alfredo López Arencibia, miembro de la de la Asociación de
Tipógrafos, quien con el tiempo se convertiría en el líder nacional obrero más
importante de la época que analizamos.
En febrero de 1920 fue difundido por diferentes
periódicos cubanos un manifiesto de la reformista Confederación Obrera
Pan-Americana, que se dirigía a todos los obreros del continente para que
enviaran delegaciones nacionales a un Congreso Panamericano Obrero que tendría
lugar en México durante el 12 de julio. La única organización cubana que aceptó
dicha invitación fue la Federación de Torcedores de las Provincias de La Habana
y Pinar del Río liderada por el reformista José Bravo Suarez, quien lanzó una
convocatoria a todos los gremios y colectividades proletarias del país para que
enviaran sus delegados a un nuevo Congreso Nacional de Trabajadores que
comenzaría sus sesiones el 14 de abril en el Centro Obrero, ubicado en Ejido 2,
altos, La Habana. E objetivo de la convocatoria era el de discutir la carestía
de la vida y el envío de delegados a la Convención Panamericana de Obreros, que
se celebraría en México en julio. En este caso, los anarquistas, siguieron una
estrategia distinta a la adoptada durante el congreso de 1914. En lugar de
combatir el reformismo desde afuera, los anarcosindicalistas decidieron batirlo
desde adentro, participando en nuevo Congreso e influyendo en sus declaraciones
y acuerdos.
Desde el inicio los anarquistas ocuparon puestos claves
en la dirección del evento, teniendo como secretario de la mesa provisional a
Alfredo López y a Marcelo Salinas, el segundo destacado ideólogo libertario al
que rodeaba una aureola por su participación en sonadas acciones anarquistas en
España. El congreso se caracterizó por el crudo enfrentamiento entre las
posiciones ácratas y las reformistas. El saldo favoreció a los anarquistas
quienes lograron echar a abajo la propuesta de Bravo para que los trabajadores
cubanos enviasen una delegación al III Congreso Obrero Panamericano de México,
en cambio se envió un saludo del Congreso a la Rusia Roja, que por entonces
significaba para muchos anarquistas un ejemplo de redención y justicia. Otro
fruto que pudieron cosechar los anarquistas en aquel evento, cuyo signo
originalmente reformista lograron invertir hacia posiciones radicales, fue el
del nacimiento del La Federación Obrera de La Habana, paso previo para la
creación de un sindicato nacional. Las dos organizaciones estaría dirigidas por
el célebre Alfredo López.
La Federación Obrera de la Habana, se constituyó el 15
de septiembre de 1921 con la aceptación por parte de diecisiete organizaciones
obreras de un reglamento cuyo artículo primero se sustentaba la lucha de
clases, la acción directa y el rechazo colectivo a la actividad electoral.(5)
Actividad social de los anarquistas: el movimiento de Cooperativas libertarias en Cuba
El anarquismo en Cuba, como en otros muchos lugares,
no constituye solamente un movimientos de reivindicaciones económicas a los dueños
del capital, su incidencia social va más allá, alcanzando terreno de la
ilustración cultural, y el de la búsqueda de formas alternativas de
organización económica que solucionasen los problemas de los sectores menos
favorecidos del país. Desde el siglo pasado los anarquistas mantenían una
febril actividad socio cultural, auto sustentada al margen de cualquier poder
financiero o político. En las primeras décadas del siglo XX, los libertarios
cubanos publicaron innumerables periódicos y semanarios que además de reflejar
los intereses y preocupaciones proletarios, ilustraban a sus lectores sobre los
más diversos aspectos de la vida, la filosofía, el arte, la literatura y la
naturaleza. Entre estas publicaciones podemos mencionar: Nueva Aurora, Labor
Sana, El progreso, Voz del Dependiente, El productor panadero, Nueva Luz,
Proteo, El Libertario, La Batalla, Nuevos Rumbos, Vía Libre, Voz Rebelde,
Solidaridad, Memorándum Topográfico, etc. Gracias a ellas los artesanos cubanos
se mantenían al tanto de los causes que tomaba el pensamiento anarquista
universal, teniendo a su disposición textos clásicos como los escritos por
Bakunin, Elisée Reclus y el ya nombrado Malatesta.
Entre las actividades educativas importantes de los
anarquistas debe señalarse el estímulo ofrecido por la Federación Obrera de la
Habana, dirigida por Alfredo López, a la creación de escuelas racionalistas
como la que funcionaba en El Centro Obrero de la Habana y a la que asistían los
hijos de los obreros en horario diurno y los trabajadores en el nocturno.
Dentro de esta labor ilustradora se destaca la colaboración entre libertarios y
estudiantes de izquierda, que dio lugar a la Universidad Popular José Martí.
Una hazaña si tenemos en cuenta la falta de recursos con que contaban los
anarquistas.
Gracias al anarquismo nació y creció Cuba un auténtico
movimiento cooperativo, caracterizado por sus métodos de auto gestión y
democracia directa que lo hacen incomparablemente superior, incluso desde un
punto de vista socialista, al que establecieran los comunistas tras la
revolución de 1959. En aquellas sociedades los obreros pagando un mínima suma
al mes, tenían acceso a innumerables actividades culturales de tiempo libre,
cuidados médicos y otros servicios. El movimiento cooperativo, en el que participaban
miles de obreros y campesinos cubanos, incluía diversas ramas, entre ellas las
de consumo y la construcción de vivienda. A través de este movimiento se manifestó
la temprana influencia anarquista en nuestros campos, donde los libertarios
fundaron la primera organización de agricultores de nuestra historia: La
Federación Campesina de Cuba en 1915. Los anarquistas rurales desarrollaron
cooperativas por toda Cuba; en San Cristóbal, Los Palacios, Pinar del Río,
Ventas de Casanova, Santa Lucia, siendo la más célebre Realengo 18 conocida
nacionalmente por los reportajes que dedicó el periodista Pablo de La Torriente
Brau a sus enfrentamientos armados contra el estado. Entre los numerosos y
activos anarquistas del campo podemos mencionar a Laureano Otero, Manuel López,
José Lage, Benjamin Janeiros, Luis Meneses, Marcelo Salinas, Modesto Barbieto,
Sabino Pupo Millan, Niceto Pérez y muchísimos más, quienes entre 1918 y 1925
tuvieron influencia prácticamente exclusiva entre los trabajadores de la tierra
y los entre los obreros azucareros.
Los Libertarios bajo el
poder de Gerardo Machado: Principio del fin de la hegemonía anarquista sobre el
movimiento obrero Cubano.
Si bien bajo los diferentes mandatos republicanos los
anarquistas cubanos conocieron de cárceles deportaciones y hasta ejecuciones
sumarias, la palma en la batida contra sus activistas se la llevó el General
Gerardo Machado y Morales, ex oficial del ejército independentista, que llego a
la presidencia con gran popularidad en mayo de 1925 y quien termino siendo
derrocado como dictador por la Revolución de 1933.
Siguiendo los acuerdos del Congreso obrero de 1920, la
Federación Obrera de la Habana había trazado un plan para la creación de un
sindicato nacional. Como paso concreto del mismo, se realizó el llamado al
Segundo Congreso Obrero nacional del 15 al 19 de febrero de 1925 en Cienfuegos.
Este nuevo encuentro tuvo la participación de unos 110 delegados representantes
de 75 organizaciones obreras. Entre los asistentes predominaba la corriente
anarcosindicalista, aunque también había delegados de ideología social
demócrata y marxista leninista. En el congreso se acordó de celebrar el III Congreso
Nacional Obrero en la ciudad de Camagüey con el fin de crear definitivamente
una confederación de todos los trabajadores cubanos. El nuevo evento que tuvo
lugar entre el 2 y 7 de agosto en Camagüey, a tres meses de haber llegado al
Poder Machado Así nace, bajo el signo fatal del Machadato la Confederación
Nacional Obrera de Cuba encabezada por Alfredo López. Los anarcosindicalistas,
primeros líderes de la CNOC defendieron la línea del apoliticismo, que impedía
que a los sindicatos convirtierase en instrumentos políticos de ningún partido,
incluido el flamante Partido Comunista, fundado en la Habana exactamente en el
mismo mes de Agosto los días 16 y 17.
Machado, quien terminaría derrocado por una huelga
general había prometido que ningún boicot de este tipo le duraría más de 24
horas. Estaba decidido a reprimir con mano dura cualquier desorden que pudieran
afectar los negocios nacionales o las inversiones de capital extranjero. Tenía
pues en la mirilla a los anarquistas quienes significaban por entonces la única
amenaza cierta contra la "estabilidad social" prometida por el
ex-mambí.
Así, desde las primeras huelgas el nuevo gobierno respondió
con, arrestos masivos, aplicaciones de ley de fugas y desapariciones. Tales
medidas aplicaron no sólo contra los obreros ácratas, sino contra cualquiera
que desde la prensa o la política osara enfrentarse al "presidente".
Machado como buen caudillo populista encontró
argumentos para ilegalizar al los anarquistas como "obreros que no seguían
una conducta realmente patriótica". El embate de Machado contra los
libertario tenía como cobertura, la gran cantidad de votos conque ganó el ex
general mambí las elecciones de 1924, el auge económico provocado por su plan
de obras públicas, y la legitimación que ofrecía a su política
"social" el apoyo de la moderada Federación Cubana del Trabajo,
fundada en 1927 con respaldo económico y policiaco del gobierno.
La persecución machadista contra los líderes de la
CNOC fue realmente despiadada, entre los asesinatos ordenados están los de
Enrique Varona, organizador de los obreros ferroviarios, Margarito Iglesias,
Secretario de la Unión de Obreros Fabriles y el del propio Secretario de la
CNOC, Alfredo López, quien fue arrestado el 20 de julio de 1926, cuando se
dirigía al domicilio del Centro Obrero. Sus restos solo fueron encontrados tras
la caída de Machado, en las faldas del castillo de Atarés,.
La embestida antilibertaria del gobierno fue
aprovechada con astucia por los comunistas, quienes se hicieron oportunista
mente de los puestos directivos de la CNOC que iban quedando
"vacantes" como resultado de las deportaciones, encarcelamientos,
persecuciones y asesinato de los líderes anarquistas.
La ofensiva del machadato contra los ácratas encontró
la resistencia, desde el primer momento de la Federación de Grupos anarquistas
de Cuba, creada en 1924, cuyos activistas respondieron a la represión
promulgando huelgas, circulando propaganda y contribuyendo al estado de
violencia social que terminaría con el derrocamiento del tirano en agosto de
1933.
Anarquistas y
comunistas un: pésimo matrimonio.
El 7 de noviembre de 1917, los bolcheviques
encabezados por Lenin, dieron un golpe de estado al gobierno de Kerensky,
nacido de la revolución democrática contra el zarismo. Los bolcheviques no sólo
fueron buenos estrategas en la conspiración contra el gobierno, en la lucha
contra los mencheviques, socialistas revolucionarios y guardias blancos, sino también
en la propaganda internacional que les permitió vender al mundo la imagen de
que establecía en Rusia un estado de libertad para los trabajadores y dictadura
únicamente para burgueses y aristócratas.
Las noticias que llegaban a Cuba desde Rusia,
resultaban ambiguas y confusas por los que cada cual interpretaba los
acontecimientos, según sus perspectivas ideológicas. El bolchevismo en Cuba
logró aceptación antes que entre los obreros, de pequeños sectores
intelectuales y estudiantiles atraídos por la novedad, radicalismo y aparente
éxito, de la doctrina leninista. Como pequeño estigma del movimiento anarquista
hay que reconocer el hecho de que hubo libertarios en Cuba, que a despecho de
la evidente matriz marxista del bolchevismo, se entusiasmaron con aquella
Revolución bolchevique aparentemente justa e igualitaria. En 1920 varios
líderes anarquistas auto proclamados "Sección Comunista de la III
Internacional" improvisaron un "Congreso de los Soviets Cuba en el
que aprobaron un programa de bases de la "República Comunista de los
soviets en Cuba" donde se llamaba a la creación de un ejército rojo, a la
dictadura transitoria del proletariado, y al establecimiento de la pena de
muerte para los saboteadores.
El pro bolchevismo se hizo latente en el Congreso
Nacional Obrero de 1920 donde, como ya hemos dicho, los líderes anarquistas
encabezados por el propio Alfredo López enviaron un fraternal saludo a nombre
de los trabajadores cubanos a la república de los Soviets:
"Esta comisión considera a la Rusia Roja como
faro de Luz, como ejemplo, guía y estímulo para las maltratadas muchedumbres
obreras ansiosas de redención y justicia, y junto con el testimonio de nuestra
ardiente admiración y simpatía enviamos a nuestros hermanos de Rusia el
testimonio de nuestra solidaridad Revolucionaria. El Congreso."
A propósito del mensaje un columnista del periódico la
Noche comentaría:
"...un faro de luz. Sí. ¡De luz brillante
ardiendo!" (3- pag. 102).
Muy pronto los anarquistas cubanos tendrían
oportunidad de comprender que en las palabras del periodista había algo más que
chanza. No olvidamos que en 1921 tuvo lugar en Kronshtadt la primera
sublevación antisoviética posterior a la guerra civil, protagonizada
precisamente por los anarquistas rusos. Rebelión aplastada a sangre y fuego por
el Ejército Rojo bajo el mando de Trotsky, por entonces brazo derecho de Lenin.
Gracias a los testimonios de los camaradas rusos y
europeos que difundía la prensa libertaria cubana muchos anarquistas comenzaron
a darse cuenta de lo que realmente estaba pasando en la Rusia de los Soviets.
El 30 de octubre de 1924, el decano de la prensa
anarquista en Cuba ¡Tierra! convertido por entonces en el órgano de la
Federación de Grupos Anarquistas de Cuba (La Habana, Zulueta 37, altos),
denunciaba la prensa que ya por entonces estaba siendo comprada por la Unión
Soviética:
"...así como los políticos subvencionan a los
periódicos burgueses para que halaguen a sus personas y propaguen sus
candidaturas, así Moscow subvenciona y reparte rublos a los periodistas
comunistas de América y Europa.."
En la misma publicación se definían a los pocos
marxistas-leninistas de Cuba como; "los cuatro gatos del "comunismo
cuartelero cubano". Desgraciadamente hubo anarquistas entre ellos el
propiol Alfredo López que no supieron captar el peligro que significaba,
aquellos cuatro gatos, que terminarían devorando como leones el control del
movimiento obrero en la Isla. Mientras que desde las páginas de ¡Tierra! se
denunciaba los privilegios comunistas en Rusia y la presencia del Buque Vaslaw
Vorodsky, en el puerto de Cárdenas como nave embajadora neomarxista,
"cuyos tripulantes lo justificaban todo". Alfredo López, respondiendo
a un telegrama enviado por el líder comunista Julio Antonio Mella, proponía en
la última sesión del Congreso Obrero de 1925 en Camagüey que se protestara ante
el gobierno por haber impedido festejos en honor al barco soviético, eso si, y
esto resulta un detalle importante, al gobierno se le critica por su
"atentado al ejercicio de los derechos individuales", sin que haya,
por lo que sabemos, ninguna declaración de "solidaridad" con la
"Rusia Roja" al estilo del Congreso de 1920.
La disposición a colaborar con los comunistas, de
López, nacida quizás de su vocación unitaria, permitió a los comunistas penetrar
CNOC, y esperando el momento oportuno, el de la desaparición física del
liderazgo anarquista, para saltar al poder, olvidándose aquellos estatutos
originales en los que se planteaba que no se permitiría ocupar puesto alguno en
la dirección de la Confederación a aquellos delegados que hagan propaganda
activa en los partidos políticos. En 1927, la CNOC se había convertido,
prácticamente, en un instrumento de maniobra política del Partido Comunista,
dirigido por Rubén Martínez Villena. Para 1933 los comunistas habían conseguido
hegemonizar la dirección de buena parte del movimiento obrero. Esto lo lograron
contaban desde el exterior con el apoyo de la URSS, desplegando en el interior
una maquiavélica política de intrigas en la que se vinculaba el ataque a los
anarquistas, y socialdemócratas con la alternancia de enfrentamientos y
negociaciones con el dictador de turno. Esta práctica inconsecuentes llevo a
los comunistas a cometer uno de los errores políticos más grandes de su
historia, el de ordenar a cambio de la legalización de su partido y prebendas
económicas a sus sindicatos la detención de la Huelga General contra Machado
que daría al traste con su régimen. La miopía política de los comunistas no
sólo les impidió jugar un papel protagónico en el derrocamiento del machadato,
sino que además le creó un problema que se exteinde hasta hoy día a los
historiadores marxista-leninistas, quienes se ven obligado a realizar los más
inverosímiles malabares dialécticos para ocuktar la mancha colaboracionista en
la trayectoria del comunismo en Cuba.
Como respuesta a aquel vergonzoso acto la Federación
de Anarquista, sacó a la luz un manifiesto en el que acusaba a los comunistas
de traición a los trabajadores y de apoyar al tirano.
"Los comunistas suplicaron desesperadamente a los
trabajadores que regresaran a sus puesto, ya que los empleadores habían
aceptado sus demandas. Pero los obreros, (incluso los del sindicato de
autobuses y transporte controlados por los comunistas se negaron). Ellos
estaban definitivamente decididos a obedecer unicamnete sus conciencias y a
continuar la oposición al régimen de Machado hasta derrocarlo o forzarlo a
huir.
Machado y sus aliados comunistas se vengaron. A todos
los sindicatos se les prohibió reunirse. La Federación de Obreros de La Habana
(FOH fundada por anarcosindicalistas) así como a como la mayor cantidad de
sindicatos apolíticos, estaban atados, no podían convocar a reuniones porque
para ello hacia falta el permiso por escrito del gobierno, solo los comunistas
quienes gracias a su perfidia tuvieron autorización para reunirse..."(1-
pag. 62)
Este documento de denuncia se conoció no solo en Cuba
sino también en el extranjero , fué publicado en Chicago por Industrial
Worquer, el 3 de octubre del 33. El comunicado de la Federación Anarquista no
solo constituyó un ajuste de cuentas publico de los libertarios por las
traiciones recibidas a su buena fe de parte del comunismo. Es ademas un llamdo
de alerta contra lo que podía esperar Cuba de los prosoviéticos.
Desgraciadamente todavía les faltaba aun por quemar a
nuestros anarquistas el "karma", sembrado por aquellos de sus
camaradas que en los años 20 tendieron manos francas a los discípulos cubanos
de Lenin.
La misma imagen equivocada que tuvieron anarquistas
cubanos del régimen bolchevique, la tendrían cuarenta años después sectores
anarquistas de todos el mundo con respecto a la Revolución
"Socialista" en Cuba, cuya forma exterior "Libertaria" les
ocultó su esencia estalinista, apartándoles del deber solidario de denunciar la
represión que estaba sufriendo los herederos de Alfredo López a manos de los
mismos comunistas que olvidaron su muerte cuando negociaron con Machado. Los
comunistas cubanos, esos que más tarde entrarían en contubernio con una figura
lanzada al estrellato político por la convulsa revolución del 33, el nefasto
presidente y dictador Fulgencio Batista y Zaldivar.
Fuentes:
1-
Sam Dolgoff, Den Kubanska Revolutionen-Ur ett kritsk perspectiv, Federativ,
Stockholm, 1982.
2-Historia del Movimiento Obrero Cubano Tomo 1, Editora
Política la Habana 1985.
3- Evelio Telleria Los Congresos Obreros en Cuba.
Editorial Arte y Literatura, La Habana 1973.
4- Manifiesto de Cruces, en Hortencia Pichardo,
Documentos para la Historia de Cuba. Editorial Ciencias Sociales, La Habana
1976.
5- Federación Obrera de La Habana, Reglamento, en
Hortencia Pichardo, Documentos Para La Historia de Cuba.
6-FrankFernández,The|Anarchist&Liberty(electronic
version) http://www.cs.uthah.edu/~galt/cuba.html.
- - Fin de Los anarquistas cubanos a fines del siglo XIX: los libertarios y la guerra del 95 (abr/97)
y
El Anarquismo en Cuba, desde el nacimiento de la República a la caída del Dictador Gerardo Machado: El fin de la hegemonía libertaria sobre el movimiento obrero (mayo/97)
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